Monday, June 28, 2010

Visita a Tambopata

A fines de Marzo, 2010 Fredy y yo viajamos al rio Tambopata en la frontera de Perú, Brasil y Bolivia (12° 51' 0" Sur, 69° 27' 0" Oeste). El viaje fue motivado por un deseo desde mi niñez de conocer esa parte de la selva, posiblemente consecuencia de las múltiples historias y cuentos que escuche cuando era pequeño. Además, me preocupo mucho oír que los amigos de Alan estaban adueñándose y acabando con lo que queda de la selva. ¿Qué tal si es verdad?
El servicio de turismo muy bueno, al nivel de los mejores lugares de Europa o Estados Unidos. Los vuelos puntuales. Nos esperaban en el aeropuerto y en el hotel. Aire acondicionado es extra en Puerto Maldonado por el costo de la electricidad. Selva adentro no hay opción. No existe.

Nunca antes tuve la oportunidad de transpirar al por mayor y consumir agua en cantidades diluvianas.
Nos embarcamos en lanchas rápidas que reducen el viaje por rio de 5.5 a 3.5 horas. Bastante mas rápido que las carreteras. Llegamos al albergue ya con la puesta del sol. La más ardiente recepción que tuvimos fue la de los mosquitos. Parece que al caer de la tarde es el momento que escogen para alimentarse de los visitantes. Los locales no parecían incomodarse en lo más mínimo. Las dos Americanas que estaban en el mismo tour que nosotros si habían leído las instrucciones del viaje y estaban preparadas con la ropa adecuada y las sustancias anti-mosquitos. Nosotros pecamos por omisión. Omision de leer las instrucciones.

Al llegar, hicimos una caminata por la floresta ya después de la caída del sol. Lo más impresionante fue sentir el insufrible calor húmedo y ver la avalancha de mosquitos al rededor de la persona que caminaba delante de uno. Las imágenes de Dante en la Divina Comedia se me vinieron a la cabeza. Y pensar que estábamos pagando por el placer de caminar en medio de la oscuridad para ser picados por miles de mosquitos que no les importaba en lo minimo las cantidades de pomada anti-mosquito que me había echado. Estimo que podríamos medir una aureola de mosquitos de por lo menos medio metro alrededor de cada uno de nosotros. Me imagino que hacían turno para podernos picar. No me di cuenta de que se necesitaba renovar constantemente la pomada de repelente para tener menos picaduras. Claro, que perdía repelente con la cantidad de sudor a mayor velocidad de la que podía echarme el nuevo. El paseo de tortura dantesca duro una hora. El tiempo suficiente para que mi presión arterial llegara a los extremos. Felizmente el hambre era mas grande que el ardor de las picaduras ya que no habías desayunado ni almorzado debidamente. Pensaba que iríamos directamente al comedor pero el guía nos informo que la cena estaba programada para las 19:30. Teniamos mas de una hora. Aprovechamos para una ducha y un cambio de ropa. Ahí descubri que las chirimoyas que había llevado desde Lima no se aclimataron tan bien y olian junto con el resto de mi ropa a aguardiente de chirimoya. No nos alcanzo el tiempo para limpiar la maleta y la ropa, pero lo principal lo hicimos, botar las chirimoyas. Corrimos para el comedor esperando una cena al estilo peruano. Sorpresa: un pedacito de pollo, una verdura incomible y un poquito de arroz blanco sin gusto. Como soy vegetariano me comi el arroz e hice votos para que esto me sirviera para bajar de peso.

La conversación estuvo animada con las americanas en ingles. Fredy quería que le tradujera cada detalle. Por divertirme comencé a traducir un poco mal, pero no segui el asunto por temor a que se compliquen las cosas. Las americanas era estudiantes de Postgrado de Filadelfia. Contaron que en Lima unos peruano trataron de emborracharlas con Pisco Souer y les toco conseguir un taxi en el medio de la noche medias borrachas. Asi que estaban muy asustadas especialmente de mi hermano.

Al día siguiente salimos a las 4:30 a. m. para poder llegar rio arriba a un lugar en que los papagayos vienen a comer arcilla. La arcilla les sirve para alcalinizar las semillas y frutas acidas que comen. De lo contrario, los papagayos, no sobreviviría la acidez de las frutas. Los humanos se olvidaron o nunca aprendieron de esos secretos y siguen comiendo frutas sin los compuestos alcalinizantes. Tema para otro dia.
Los mosquitos y el calor nos corrieron temprano. El plan era estar hasta las 10 a. m. y esperar que llegaran los papagayos al lugar de la arcilla. A las 8 ya estábamos tan agobiados por el sol que sugerimos al guía que era mejor volver al albergue. Allí tomamos el desayuno estándar acidificante: jugo de fruta tropical, café y pan. Si podríamos comer un poco de arcilla podríamos balancear el nivel acidico de este desayuno. El viaje siguiente fue a la finca El Gato en la orilla del frente. Una gran decepción. Difícil de atracar la canoa. El lodo y los mosquitos en gran apogeo ya que llegamos unos minutos después de una lluvia. Parece que la lluvia los alborota y se dedican a atacar a los que tienen la sangre mas acida en el grupo. El dueño de la finca El Gato no parecía preocuparse mucho por ellos. El guía nos hablo de la necesidad de conservar la floresta y los animales. Nosotros muy impresionados de que en el Perú están tan adelantados haciendo turismo de conservación de la naturaleza. A la entrada de la finca tenían un espectáculo de dos tucanes con las alas cortadas que habían sido comprados en el mercado negro de Puerto Maldonado por 50 soles. Por supuesto que el dueño de la finca ni se preocupo mucho al contar como había conseguido las aves.
En la noche fuimos a buscar los cocodrilos. Los ojos rojos los delatan cuando les alumbran con una linterna. Cuando estábamos entusiasmando en la busqueda empezó a llover con ganas y el guía decidió que lo mejor era suspender la fotografía de cocodrilos. El alma me volvió al cuerpo ya que la tormenta era grande y me parecía que el rio llevaba gran cantidad de arboles y residuos de la selva.

Al día siguiente salimos de vuelta a Puerto Maldonado. El objetivo era pasar por el pueblo llamado Infierno para ver un grupo de aborígenes en su medio natural. Yo estaba muy interesado ya que el nombre parecía que hacia juego con todo el resto del escenarion que visitamos en el poblado llamado El Infierno. Parece que la lluvia de la noche anterior fue más fuerte de lo normal ya que el automóvil que nos debía estar esperando no llego. Entonces nos toco volver en la lancha. Lo cual todos lo preferimos ya que con la brisa del rio nos ahorrábamos múltiples picadas de zancudos.

Después de almuerzo en Puerto Maldonado salimos en una lancha pequeña rumbo al lago Sandoval. La única forma de llagar a este lago es caminando por una trocha de lodo de unos tres kilómetros. Con gran suerte nadie cayó en el lodo. Aunque la posibilidad de caída era grande. Aprendí que caminar en el lodo es bastante más difícil que caminar sobre terreno seco. Especialmente porque las botas se me quedaban en el lodo a cada paso que daba. También aprendí que los más jóvenes tienen ciertas ventajas caminando en ese lodo. Las dos muchachas americanas nos dejaron lejos. Fue suerte que el guía decidió quedarse con nosotros. Fingimos que estábamos interesados en la vegetación y la fauna del camino.

Después de los tres kilómetros de caminata por el fango nos toco subir en una canoa y ayudar a remarla. El guía llevaba un paquete de alimentos para un turista Ingles que acababa de conocer a una fotógrafa Francesa y que decidieron quedarse en un albergue en el lago el día anterior.

Vimos cantidad de aves que ni sabíamos existían. Pero lo más interesante fue una familia de nutrias. Nos dieron un espectáculo comiendo lo que pescaban tanto grandes como chicos. La vuelta fue a las carreras tratando de llegar a la lancha con luz del día. Esa noche pudimos descansar.